
No quiero ser el dueño de quien amo. No quiero conquistar ni tomar: amar no es un acto de guerra. Decir es "mío" o "mía" como pertenencia es cosificar al otro, como si el amor fuera una cuestión de compra y venta. No te poseo, te disfruto mientras andas rondando por mi vida; y eso es mucho.